jueves, 26 de junio de 2014

Querida hermana: (Marce)

Hola a todos, ¿Qué tal su día? 
Les traigo una nueva entrada con algo distinto. Lo que leerán a continuación es algo escrito por mi en clase de literatura para un trabajo.
Espero que les guste y que lo disfruten.



Querida hermana:

Nunca supe como comenzar una carta. 
¿Hola? ¿Cómo estás? ¿Qué ha sido de ti en estos... tres años?
Sé que ha pasado mucho tiempo, y lo siento mucho por no escribir, llamar o visitarte antes, pero necesito contarle esto a alguien... A una persona que no me crea loca o que solo deseche esta carta y siga con su vida, te juro hermana que solo pensé en ti.
Sin más rodeos comenzare mi relato. Esto paso en verano, mejor dicho comenzó a pasar, estaba caminando por una de las tantas calles de Buenos Aires, la noche era fresca y me abrigue como solía hacer siempre. 
Al cabo de un rato escucho pasos detrás de mí. Disimuladamente, con el rabillo del ojo, visualizo a un hombre. 
Como cualquier mujer en esa situación comencé a caminar más rápido, y más rápido, hasta el punto de encontrarme corriendo y perdiéndome entre los callejones.
Cuando encontré uno sin salida, mi cabeza ya había pensado las mil y una cosas que ese hombre quería hacerme. Pero al darme vuelta no había nadie ahí. Nadie.
Solo un gato que me maullaba en busca de cariño o comida. Como tú sabes hermana, desde chica amo estos animales. ¿Lo recuerdas? Tal vez no, y no puedo juzgarte.
Me arrodille y reaccione a su pedido. Su pelaje era suave y, a la luz de la luna, se notaba negro. Tan negro como un cielo sin estrellas.
De repente y sin previo aviso el felino me mordió para luego, salir corriendo hasta no poder visualizarlo más.
Te dirás… ¿Todo esto por una mordidita? Créeme que es mucho más que eso.
Desde ese momento, ya no me siento la misma Vicky. Tengo miedo de ir al médico, de que me vean y se asusten. O que me maten.
Me gustaría poder ver tu cara y reacción al leer esto, y también me gustaría un abrazo tuyo en este momento.
Prosigo. Todo cambio una mañana dos días después cuando, en frente del espejo, me encontraba cepillándome el cabello. Note dos…chichones en cada lado de mi cabeza. Intente pasar mis dedos por ellos pero el dolor era demasiado.
Al rato, después de estar mirándome y ver que lo único que podía hacer era ponerme hielo, fui a la cocina por este. Pero por alguna extraña razón mis sentidos me hicieron abrir la heladera en vez del frízer. Visualice una bolsa de carne cruda, la cual había comprado el día anterior a ese en la carnicería. Sin pensar rompí el envoltorio para poder comer la carne, y eso hice. Hasta el último pedazo.
Caí en conciencia después de haberlo hecho.
¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué comía eso? Corrí al baño y saque todo lo ingerido de mi cuerpo.
Evite el tema por dos o tres días, convenciéndome con escusas estúpidas sin sentido.
Episodios similares fueron apareciendo cada día mas frecuentes. Comía la carne cruda y mis depilaciones eran más frecuentes de lo normal.
Deje de vestirme como lo solía hacer para ir a trabajar, las prendas tapaban todo mi cuerpo hasta el punto de que la única piel que se veía era mi rostro.
Ya no almorzaba con mis amigas de trabajo, me escabullía y lo hacía en el baño. ¿Qué dirían mis amigas viéndome comer mi “almuerzo”?
Ya no socializaba.
Al tiempo deje de ir al trabajo, ya no podía. Mi aspecto no era normal: De los dos “chichones” brotaron orejas puntiagudas y peludas, mi capa de pelo corporal aumento y mis ojos cambiaron radicalmente.
Mis amigas, hasta mis vecinas, fueron a tocarme timbre más de una vez a mi casa pero nunca les abrí. Solo contestaba: “Estoy enferma”
En este momento me cuesta mucho escribirte, ya que mis manos tienen  garras y mis dientes son afilados.
Hermana, Vicky…no se qué será de mi mañana, no sé si seguiré siendo yo. Pero, por si las dudas te tengo que decir que gracias por todos estos años juntas y lamento, con todo mi corazón, nuestro distanciamiento.
Te quiero mucho.
                                                                    Con cariño, Ana.


Victoria guardo la carta de nuevo en su sobre. Vio la caja que había dejado la policía en su casa, luego de la desaparición de su hermana.
En ella contenía un gato castaño de ojos amarillos. Inmediatamente se largo a llorar.



 





2 comentarios:

  1. Hola, tienen un blog muy llamativo, soy parte de la iniciativa de blogs asociados, saludos :D

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  2. Que monada de entrada. Por cierto, estoy en la iniciativa de blogs asociados, ya te sigo.

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